viernes, 17 de mayo de 2013

Mesianismo y la comensalidad judía

Pesaj (Pascua judía)

Desde pequeños, aquellos que hemos recibido algún tipo de educación cristiana y hemos asistido a misa, hemos estado repitiendo un gesto que supuestamente Jesús hizo la última noche antes de ser entregado a las autoridades. Según lo que se cuenta en tres de los Evangelios, éste partió el pan y repartió el vino entre sus discípulos, diciendo que eran su cuerpo y su sangre, y que ésto habría que hacerlo en memoria suya.

Aunque la mayoría de los textos en los que podemos encontrar la institución de la Eucaristía son muy parecidos, sí hay una serie de matices que merecen la pena comentar.

La comensalidad en la cultura judía

Los banquetes tenían una gran resonancia y un gran significado social en el mundo judío, como se puede apreciar por la frecuencia con que aparecen tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Sentarse a la misma mesa es signo de amistad, de comunión, de familia, de pertenencia a un grupo, a una comunidad, a una religión. Por eso era tan importante salvaguardar la pureza y se tenían muy en cuenta los límites y el denso capítulo de restricciones para no poner en peligro estos valores tan fundamentales para este grupo. Un pueblo tan celoso de su identidad y de su pureza, como es el pueblo judío, preserva y asegura, a través de las reglas de la mesa y de la comida, su identidad y exclusividad ante el riesgo de mestizaje con los otros pueblos. Las reglas de la mesa y de la comida normalmente reflejan y sostienen el orden interno, los valores y la jerarquía existentes en un grupo social (1 Cor 8,10-13).

Romper estas pautas era situarse en la marginalidad, perder la honorabilidad. Los banquetes de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, particularmente la Eucaristía, se sitúan en este contexto. Jesús, cuando es invitado, no tiene en cuenta la procedencia, la condición social, religiosa o moral de quien le invita. Su comportamiento es una amenaza para el orden social vigente. Conculca las reglas de la comensalidad, tan importantes para la pervivencia de aquel sistema. Por eso mismo la reacción de los dirigentes, de los grupos defensores y guardianes de la Ley son prontas y duras en muchas ocasiones. Jesús acepta las invitaciones de gente que se consideraba impura, como los publicanos y pecadores. Los judíos, para evitar la impureza legal, no podían aceptar la invitación de gente corriente.


La discrepancia de Jesús en las reglas de la mesa abarca también a la distribución y colocación de los invitados, atentando así contra la jerarquización rígida que existía en el mundo judío donde era muy importante plantearse con quién se come y dónde se sienta cada uno. Jesús rompe esta dinámica e introduce otros criterios.

Invita a la gente a que ocupe los últimos lugares y no pugne por estar en los sitios de mayor relevancia (Lc 14,7-10), mostrando que en la mesa de la comunidad cristiana, el presidente de la misma ha de ser el que sirva a la comunidad (Jn 13,4-15; Lc 22,24-30). En resumen, la Eucaristía, la Cena del Señor, es un banquete, aunque la realidad de la misma trasciende este nivel y tiene otras dimensiones muy importantes y significativas: memorial, sacrificio, sacramento, etc. Para comprender la entraña del banquete de la Eucaristía es importante conocer el contexto, el significado, el valor y la importancia de los banquetes en la Palestina del siglo I.

Nota: A partir de este punto, pasamos a analizar los pasajes que hablan de la última cena en la Biblia, reservándonos cualquier tipo de opinión al respecto sobre su fiabilidad o veracidad. Sólo analizamos los textos de los que disponemos, sin ningún juicio de valor.

La última cena 




La versión de la llamada última cena de Jesús que nos ha llegado desde los evangelios o San Pablo, nos habla de un ambiente festivo, de ahí que en la mesa hubiera vino. Es por ello que se haya abierto un debate sobre si ésta última cena no sería una cena Pascual judía. Entre los propios Padres de la Iglesia había esta discusión que se ha ido transmitiendo con el paso de los siglos. La Iglesia Occidental sigue la tradición sinóptica, es decir, que era una cena pascual; en cambio, la Oriental se apoya en la versión dada por Juan. San Pablo pasa de largo del tema, diciendo simplemente que fue celebrada la noche antes de ser entregado.

Las cuatro versiones que tenemos sobre la Eucaristía son muy similares aunque con matices. Todas nos hablan de los ritos judíos de comensalía, como es la bendición de los alimentos, la fracción del pan o la circulación de la copa de vino.

Las diferencias vamos a comentarlas a través del análisis de los textos.

La eucaristía en los textos 

El banquete de la Alianza en el Sinaí (Ex.24.4-11): 

Se narra el pacto o alianza que realizó Dios con Moisés en el Sinaí. Moisés mandó hacer sacrificios y comunión para Yahve. Hizo una libación de sangre sobre el altar y sobre el pueblo, leyendo el libro de la alianza.
“Esta es la sangre de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras”. 
Luego, Moises subió junto a otros notables y vieron a Dios y comieron con él.

El banquete escatológico: (Is. 25.6-8: (Deut.) Is. 55.1-3): 

Yahve hará un banquete con manjares, consumirá el velo que cubre todos los pueblos, consumirá a la muerte definitivamente. Dios dice al pueblo que va a firmar con ellos una alianza eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a David.Para los cristianos esta alianza y derramamiento de sangre, esta alianza eterna que se extiende entre Dios y todos los hombres, llega con Jesucristo.

La abundancia de pan y vino de la Sabiduría: 

La morada será la casa de Yahve a lo largo de los días. Y al falto de juicio le dice: 
“Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado; dejaos de simplezas y viviréis, y dirigíos por los caminos de la inteligencia”.

Institución de la Eucaristía Mc 14, 22-25: 


En el evangelio de San Marcos, se habla de la institución de la Eucaristía tal y como nos ha llegado a nosotros. Es decir, Jesús partió el pan y lo repartió entre los comensales, y les repartió también el cáliz para que bebieran de él, diciendo respectivamente: 
“Tomad, éste es mi cuerpo.” “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos.” 
Después, Jesús añadió que no volvería a beber vino hasta que no esté con su padre en los cielos y beba con él. Es decir, está anunciando su muerte inminente.

Institución de la Eucaristía

Mc 14, 22-25: 

En el evangelio de San Marcos, se habla de la institución de la Eucaristía tal y como nos ha llegado a nosotros. Es decir, Jesús partió el pan y lo repartió entre los comensales, y les repartió también el cáliz para que bebieran de él, diciendo respectivamente: 
“Tomad, éste es mi cuerpo.” “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos.” 
Después, Jesús añadió que no volvería a beber vino hasta que no esté con su padre en los cielos y beba con él. Es decir, está anunciando su muerte inminente. 

Mt 26, 26-29: 

El evangelio de Mateo relata exactamente igual la institución de la Eucaristía que Marcos. 

1 Cor, 23-25: 

La primera carta a los Corintios de Pablo es el texto más antiguo que tenemos de la consagración del pan y el vino. Además, San Pablo es el primero que nos recuerda que el hombre nace con un pecado original: 

“[..] Este es mi cuerpo, que se da por vosotros [..]” 

Es decir, Jesús se entrega por nosotros, para que redimamos el pecado original que tenemos desde el nacimiento. Además, en Pablo hay algo que no hay en los evangelios de Mateo o Marcos, pero sí en Lucas: 

“[..] haced esto en memoria de mí [..]” 

Aquí estaríamos hablando de la instauración de la Eucaristía propiamente dicha, ya que en los anteriores evangelios Jesús reparte el pan y el vino pero no pide expresamente a sus discípulos que continúe con éste gesto. En cambio aquí sí. Quiere que los futuros “cristianos” repitan este gesto como recuerdo de lo que hizo él.

Bibliografía

  • Eucaristía y banquete mesiánico. J. MARTÍNEZ-PINNA (coor), Mito y Ritual en el Antiguo Occidente Mediterráneo, Málaga, 2002, 161- 182 
  • Eucaristía en sus textos. Rafael Chenoll Alfaro
  • La Eucaristía, el banquete de los pobres. Xosé Xulio Rodríguez. Revista “El Prado” no171.




Cristina Acero Domínguez

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